Visualiza un barco de vela. Piensa en un velero pequeño pero robusto, con un mástil resistente y grandes velas desplegadas al viento.
Ahora, imagínate a bordo.
Tienes el timón en tus manos, sientes el vaivén de las olas, y percibes la brisa marina en tu rostro. La embarcación está lista para surcar los mares, pero... no ajustes las velas aún.
¿Qué sucede?
Sin movimiento, el barco está a la deriva, susceptible al oleaje y las corrientes, sin un rumbo fijo ni un destino en el horizonte.
Ahora, haz lo mismo pero ajustando las velas, toma control del timón, y navega.
De ser una estructura flotante con más peligro que propósito, el barco se transforma en un vehículo de exploración y aventura.
Ya no estás a la deriva; ahora tienes un curso definido.
Todos entendemos que un barco requiere de un capitán habilidoso y atento, es obvio, hasta un niño podría deducirlo.
Lo que no todos vemos tan fácil es que, de manera similar, la vida demanda de nuestra dirección activa y consciente.
La vida, como el mar, es vasta e impredecible, llena de posibilidades infinitas.
Sin un rumbo claro, nos encontramos a la deriva, permitiendo que las corrientes de la existencia nos lleven sin resistencia.
Nuestro cerebro y sistema nervioso actúan como el timón y las velas de nuestro barco vital, guiándonos a través de las aguas tumultuosas hacia un puerto seguro, siempre y cuando definamos un destino.
Y si no tienes un destino, es lo mismo, la vida te obliga a avanzar, el tiempo pasa y te empuja, no puedes detener la vida, la vives quieras o no, a tu manera, o a la manera que toque.
Te subes en el barco, quieras o no, y el barco se mueve hacía un destino, el que tu defines, o uno cualquiera.
Y ahí en realidad está la felicidad, en ese destino.
Un día leí una anécdota de una conversación que se había producido entre Freud y su alumno Carl Jung. El primero le preguntó al segundo:
—¿Podrías decirme qué es la felicidad?
Pasaron diez años hasta que tuvo una respuesta, y fue:
—La felicidad es consciencia de evolución.
Esto es, saber en lo más profundo que estás rodando en la dirección correcta.
Si eres tú el que fijas el destino, y navegas conscientemente hacia él, tarde o temprano, una vez que superas esa fase inicial de bamboleo prueba / error, terminas sintiendo como el viento en tu espalda sopla a tu favor.
Pero, si lo que haces es dejarte llevar dentro de un barco en el que no quieres estar, con la vida golpeando con sus olas el barco, sientes claramente el viento y los elementos en contra.
Nos tiramos la vida avanzando, con o sin dirección.
De niños avanzamos con ilusión hacía la edad adulta, ese lugar en donde por fin seremos libres para hacer lo que nos venga en gana y podremos realizar nuestros sueños.
Y una vez llegamos a la edad adulta en demasiadas ocasiones nos olvidamos de hacer lo que nos viene en gana, y mucho más de plantearnos realizar nuestros sueños.
Asumamos que estás en la psicología por vocación, este era tu sueño. Ahora dime, ¿la manera en que se está materializando tu vocación es como esperabas?
¿Eres tú quien navegas hacia la dirección que eliges?, ¿o la vida te está llevando allá donde le viene en gana?
Si perteneces a la media, probablemente te pase que la vida te lleva, no sabes muy bien a dónde, y las cosas de momento no están siendo como esperabas.
La buena noticia es que tiene solución.
Tomar el control, definir un destino, coger el timón, y empezar a navegar hacía el destino, cueste lo que cueste al principio. Tras prueba / error tarde o temprano el viento sople a tu favor.Si ese es tu caso, quieres tomar el control, definir tu destino y navegar hacía él, quizás podamos ayudarte a llegar más rápido, acompañándote en la construcción de tu mensaje, tu marca personal, y una presencia online que te empuje en la dirección correcta. Tú decides, es aquí.
Mar