¿Alguna vez has visitado una casa en la que sintieras que querrías quedarte para siempre?
Ya sabes, una de esas casas en las que de pronto y por arte de magia te sientes cómodo, como
si la casa misma tuviera algo que te hablara directamente a ti.
Ves en las paredes y el mobiliario la historia de quién vive allí, sus gustos, sus experiencias… y casan contigo, te sientes identificado.
No es perfecta, pero no necesita serlo.
Es auténtica. Esta viva. Y eso la hace maravillosa.
La habitación de Arlés, de Van Gogh, es un buen ejemplo de un espacio cálido, acogedor y auténtico.
Es pequeño y modesto, pero al mismo tiempo es un espacio lleno de vida, donde cada
objeto tiene su razón de ser y cada color su significado.
Te cuenta muy bien y muy rápido cómo era Van Gogh y qué necesitaba; ni lujos ni
ostentaciones, sólo una mesa de trabajo, un par de libros, una silla y unos pinceles.
Todos esos elementos hablan más de él que cualquier autorretrato, y al entrar en esa
habitación entendemos mucho de lo que le importaba, de cómo vivía, de quién era.
No hay nada superficial o impostado. Solo honestidad y autenticidad.
Esa habitación, tan sencilla y a la vez tan llena de significado, es una invitación a conocer a la persona detrás del pintor.
Ahora bien, si aplicamos todo esto al mundo de la psicología y de las páginas webs de
profesionales de la salud:
Cuando alguien decide buscar ayuda, lo que busca es a alguien en quien poder confiar,
con quien poder sentirse cómodo hablando.
Alguien que le sepa escuchar, guiar y apoyar, un entorno donde sentirse seguro.
Sin embargo, ¿qué se encuentra uno cuando entra en muchas webs de centros o
terapeutas?
Paredes frías, estériles, impersonales.
Listas interminables de títulos, especialidades, logros profesionales. Números de pacientes tratados, años de experiencia, casos resueltos. Toda una descripción con una terminología que, en muchos casos no logra entender, y que desde luego, no está siendo la primera prioridad de quien está buscando ayuda.
A priori sí puede parecerlo, porque siempre quieres buscar al mejor, y todas esas listas técnicas impresionan mucho y a veces aportan seguridad, pero hoy en día están literalmente en todas partes, todo el mundo dice ser el mejor y el más cualificado, todo el mundo menciona mil cosas y pone ahí su currículo como en un escaparate.
Todo muy profesional, muy correcto, muy pulido.
Pero también muy distante, muy frío, muy impersonal.
Nada que hable al corazón, nada que genere conexión, nada que invite a confiar.
No hay un "cuarto de Van Gogh" en estas páginas. No hay conexión, no hay vida. Solo descripciones, listas y números.
Y eso es un problema, sobre todo en este ámbito de salud mental.
Porque al final lo que te encaja es lo emocional, no lo técnico. Si necesitas ayuda o quieres aprender y formarte, acabas eligiendo a quien te de una impresión determinada, con quien de pronto digas uy, esto es curioso, esto es distinto, es auténtico, me siento identificado.
Las webs de psicoterapeutas, como las consultas, deben tener como fin último, ser un lugar seguro.
Es un término muy utilizado en salud mental por algo, y ese algo se aplica también aquí.
La persona tiene que ver, en el primer minuto, quién eres, cuál es tu historia, cómo trabajas, qué te apasiona, de qué manera haces las cosas, qué es lo que valoras y por qué.
Un poco como el cuarto de Van Gogh, que te transmita todo lo que necesitas saber y te haga sentir acogido.
Cada detalle de la página debe hablar de quién eres como profesional y como persona (muchas veces nos olvidamos de esta última).
El diseño, el color, las líneas y las palabras, todo debe reflejar y transmitir esa esencia tuya.
Mucho mejor ser auténtico que llenar una plantilla web con un montón de datos curriculares o textos genéricos en base a dos líneas de información que has tenido que dar de pasada a un diseñador que lo ha redactado con Chat GPT.
Es complicado convertir una web en un cuarto de Van Gogh, pero si eres consciente de estas cosas y buscas un buen equipo, si delegas y te comprometes a contar tu historia, es totalmente posible, y además una experiencia preciosa, el ver cómo toda esa identidad profesional y personal se va plasmando en una plataforma digital, en algo que es tuyo y que transmite todo lo que tú eres.
Porque, al final, eso es lo que realmente importa. Eso es lo que hace que alguien decida confiarte su vida y trabajar contigo. Eso es lo que genera confianza, conexión, compromiso.
Y eso es lo que todos necesitamos, tanto los psicólogos como sus pacientes. Un lugar donde sentirnos en casa.
Un cuarto de Van Gogh.
Mar.
PD: Si quieres construir tu propio "cuarto de Van Gogh", y quieres que seamos nosotros los que te ayudemos, estamos aquí.